jueves, 12 de julio de 2012

Gracias, Olivia.

Hace mucho tiempo que no escribo. Los progresos de Olivia son más que evidentes, se ha convertido en la reina del mambo, pero sobre todo se ha convertido en la reina de la casa. Cuando pienso en mi vida antes de Olivia sólo pienso en una vida sin nadie a quien abrazar cuando todos te dan la espalda, desde que llegó a casa sé que hay alguien que vive por mi, que no me va a dejar tirada, que va a estar conmigo para sacarme una sonrisa, que va a hacer que siga adelante en momentos en los que sólo quieres tirar la toalla.

Me doy cuenta del egoísmo del ser humano, yo la salvé en una ocasión, ella me salva a mi casi a diario. Mi Olivia de vez en cuando duerme con los ojos abiertos, y cuando la miro me saca una sonrisa incluso dormida. No es como los seres humanos, cuando está durmiendo y yo necesito un abrazo, no se molesta si la despierto, al contrario, se acomoda en mi regazo y me de lametones para que sepa que ella está conmigo. Es cierto que hay momentos en los que quizás me saca de quicio, o momentos en los que me entristece por un comportamiento dado, pero siempre sabe cómo ganarse una caricia o un mimo. Con ellos no existe el orgullo, a ellos no les importa ceder mil veces (aunque tengan sus razones) para que tú dejes de estar enfadado con ellos. Son nobles. Son admirables. Son leales. Son ese ser en el que puedes confiar al 100 %.

Por eso, hoy le dedico este post a mi Olivia, de la que me siento sumamente orgullosa y contenta. Es la mejor compañera que podía esperar. Únicamente puedo estar agradecida eternamente a esta pequeña que puso mi vida patas arriba cuando llego y que ahora me hace disfrutar como jamás lo había hecho.

Siento no poner fotos hoy pero no estoy en mi ordenador y no tengo.